>Anna y yo, que fuimos los primeros en abandonar la cubierta, nos dirigimos directamente al cabo de descenso brillante, nuestra "nave nodriza" durante la siguiente hora y media mientras vagaríamos en el universo poco conocido de las larvas marinas, la gran diáspora oceánica de crías de peces de arrecife e invertebrados fertilizadas externamente. Los pocos sobrevivientes de la metamorfosis de varias semanas eventualmente se instalan en el lecho marino, donde se desarrollan hasta alcanzar su forma adulta final.
>En menos de 10 minutos Anna estaba alumbrando a una larva de lenguado que era atraída a su luz de mano como una polilla a una llama. Sin conocer su comportamiento, yo me detuve y me limité a observar como uno de los peces más fantásticos que había visto aleteaba en su haz de luz antes de desplomarse y quedar de costado como una hoja seca. Mientras me acercaba lentamente, el pez se enderezó y se alejó nadando. Yo lo seguía de cerca e intentaba abrirme camino junto a él, enfocando, encuadrando y con la esperanza de que disminuyera la velocidad o que diera la vuelta. Sin estar seguro de cuánto me había desplazado, eché un vistazo a mi alrededor, localicé el cabo de descenso y emprendí el regreso. El pez había desaparecido.
>Di un giro, a la vez que hacía un círculo con mi luz. De alguna manera el haz capturó el movimiento de unas aletas que se dirigían a la superficie. Yo comencé a perseguir al animal y sólo logré acercarme cuando el pez se detuvo con indignación y mirando en la dirección opuesta. Me deslicé a su izquierda, pero el pez se desplazó hacia la derecha. Giré hacia la derecha y él viró a la izquierda y ostentó su cola en mi cara mientras se alejaba a gran velocidad. A los tropezones, la persecución continuó hasta que la larva disminuyó la marcha, dio media vuelta y nadó hacia mí a paso lento. "Tranquilo, tranquilo", me decía a mí mismo mientras el lenaguado pasaba a una distancia del ancho de una mano, con sus aletas en movimiento.
>Sólo hizo falta esa única larva de pez extravagante y Anna y yo quedamos atrapados al igual que nuestros colegas del sur de la Florida que rara vez, si es que alguna vez lo hacen, se pierden un buceo nocturno a deriva programado. La mayoría de ellos son fotógrafos veteranos del puente Blue Heron Bridge, naturalistas hasta la médula y profundos conocedores en lo que se refiere a pruebas y recompensas de la fotografía de vida marina. Como grupo disfrutan mucho de los buceos nocturnos a deriva, pero ellos no fueron los primeros en sucumbir al embrujo de las larvas mar adentro. Para el momento en que los muchachos de la Florida realizaron su primer buceo a deriva dos años atrás, los buzos de Hawái ya habían estado fotografiando larvas de peces de noche durante 20 años. Inspirados por el legendario fotógrafo submarino Chris Newbert, sus buceos nocturnos a deriva, conocidos en las islas como buceos en aguas residuales, introdujeron el arte de las larvas al mundo. Nuestros amigos de Florida continúan gustosamente con la tradición a 8.047 km (5.000 millas) de distancia.
>El conocimiento científico de la orfandad oceánica se ha transformado en los últimos 15 años. Ya no se cree que se trate de un sistema exclusivamente abierto, que transporta larvas pasivas aleatoriamente a costas lejanas. Estudios recientes han demostrado que las larvas de peces son nadadores fuertes con sofisticados instintos para permanecer en aguas locales. Pero exactamente hacia dónde se dirigen entre el desove y su asentamiento sigue siendo un misterio. Mientras tanto, los fotógrafos submarinos de la Florida, Hawái y otros lugares están incorporando algunos datos al mar de conocimientos cuyas corrientes nos llevan de un lado a otro como errantes nocturnos y nos permiten disfrutar como nunca.
>© Alert Diver — 1er Trimestre 2017